CASOS
LA TEMERIDAD.
LA TEMERIDAD...o tener huevos y no cabeza para hacer algo.¿Cuándo fué la última vez que uno hizo algo así a lo loco sin pensar en la más mínima consecuencia?...Supongo que hay que llevarlo en los genes,o es algo que surge en la más tierna infancia, que luego, la "educación", y los complejos,se encargan de destruir o borrar de nuestro ánimo. Para conservar algo de ese inconsciente arrojo para impulsarnos a hacer algo, tendríamos de viajar en el tiempo a cuando éramos niños...y simplemente recordar....
Eran los tiempos de la merienda, después de la tarea, o al revés, depende de lo remolón que fuese uno y después...la calle.Y las cosas que pasaban allí, sobre todo si tenías encima hermanos aventureros...
Donde tuve mi segundo hogar, se podía seguir por la acera adelante y llegabas a unas escalinatas, éstas, al subirlas, daban a un inmenso pinar, que ahora es un bonito parque , el de Los Pinos, ahí se podía jugar de lujo, la maleza y los "gusanos venenosos", no eran el menor problema para nosotros, que siempre solíamos quedarnos por aquella entrada de las muchas que tenía y tiene ese parque...
Bueno, rebobino. Justo en aquella acera, había un solar derruído, que estaba abierto. Aquel día, me dirigía al pinar a jugar con mis hermanos, que ya estaban allí. Al pasar por el solar, me detuve en seco, y se me ocurrió una brillante idea. La de atajar camino, escalando por la pared destartalada del mismo.
Allí estaba yo, subiendo por esa pared tosca y salvaje, agarrándome como podía a los huecos y salientes de eso que parecía un muro, arriba, podía escuchar a mis hermanos, con ellos me iba, o eso creía yo...
De repente, pierdo pie un poco, me resbalo ligeramente. Yo, con mis once años, ya tenía algo de luces para saber lo que venía después, una soberana HOSTIA. Pero mientras pudiese, intentaría ....no pegármela.Me quedé inmóvil, e intenté agarrarme a unas plantitas que salían de una parte de aquella pared, "si consigo cogerme bien...no me caigo", pensé. Tenía sólo once años y todavía no sabía lo que era el peligro...
Evidentemente...la plantita no pudo con mi peso y literalmente me comí la pared mientras resbalaba hacia abajo. Cuando llegué a mi casa, a mi madre se le subió la tensión y casi le da una lipotimia. Me hice polvo la cara, los hombros, no tenía piernas, ni brazos, parecía un Eccehomo, aunque tener las rodillas llenas de costras, para mí no era una novedad, mis cicatrices en una de ellas dan fe de ello.
Nos mudamos de nuevo, y ante mí se formaron muchas más espectativas de aventuras, había un enorme lejío relativamente cerca de nuestra nueva casa, un tío mío tenía allí su vaqueriza, con sus vacas, y repartía leche. Ahora, el sitio es una gran urbanización....irreconocible.Pero en aquella época, una extensión de terreno desolado, donde la gente echaba escombros, con unas enormes laderas, que si te asomabas veías...huertas, campos de regadío y finalmente, el río, aparecía ante mí...y las ganas de aventura, tambien.
Era nuestro pasatiempo preferido, jugar a los exploradores y seguir escalando, ahora por esas laderas escarpadas. Al fondo,
bajabas la mirada y veías un charco negro y una vaca o un mulo ahogado, pero qué nos importaba a la camarilla...sólo queríamos vivir emociones fuertes y las conseguíamos, vaya que si. Recuerdo que miraba para abajo y le decía a mi hermano.."Jose...vamos a morir"., y mi hermano, me decía..."Tranquila, pega la espalda a la pared y camina despacio". Bueno, caminar despacio era, deslizar los pies muy despacio por un saliente, que si te escurrías...pues...hala, a hacer compañía a la vaca ahogada, eso era Temeridad, eso.
Tambien rozaban el peligro de muerte las batallas campales que teníamos con los niños de la ciudad, los cordobeses, cuando venían a visitarnos para jugar en el polideportivo un encuentro de fútbol-sala. En el barrio, muy cercano a las instalaciones deportivas, se corría la voz.
- ¡Ya están aquí los cordobeses!
Y entonces a ambos lados del muro, lluvias de piedras caían de un lado y del otro.Si, yo sé lo que es ver llover piedras, y tambien sé, lo que se siente cuando una de esas piedras te pegaba en todo el cabezón. Aunque peor suerte corrió nuestro amigo Dieguito. Una piedra le hizo una brecha enorme en la ceja.Recuerdo a mi hermano diciéndome que fuera corriendo por tiritas, que había que pararle la "hemorragia" como fuera...Y yo, llegué a mi casa, sisé a mi madre las tiritas recien compradas de la tienda y regresé con ellas, para hacer una cura de urgencia al Diego.Pobre. De nada sirvió. Su padre lo tuvo que llevar a Urgencias volando, para que le dieran media docena de puntos en la ceja. Como enfermera de guerra, yo, hice lo que pude, eso sí.
Ahora han cambiado los tiempos, todo, es diferente, los padres estamos más tranquilos, claro, les proporcionamos entretenimiento, y ellos no necesitan ya salir a buscarlo a la calle, tienen una infancia digitalizada, aséptica y exenta de peligros, supongo que son los tiempos, y las circunstancias...
En cuanto a la temeridad...se va perdiendo, si, llega el pavo, los complejos, y la cobardía, y no lo digo en mi caso, lo digo en general, porque cuando crecemos, nos volvemos cobardes, sin más, y el que diga lo contrario..MIENTE.
Al menos, mi infancia aventurera...esa...ya no me la quita nadie.